La importancia de la objetividad en el análisis político
Karin Silvina Hiebaum - International Press
El problema de la objetividad del conocimiento generalmente tiene que ver con el grado de corroboración de las explicaciones elaboradas, y de cierta distancia y contraste respecto de las subjetividades que las elaboran; pero nos enfrentamos a la condición básica e ineludible de que todas ellas son elaboradas por y en subjetividades pensantes.
Por eso, algunos sostuvieron y sostienen que el modo de lograr objetividad en el conocimiento es contrastar las ideas e hipótesis con los hechos, pero, a su vez, los hechos son algo que sólo percibimos a través de representaciones más o menos genéricas, es decir, a través de redes conceptuales y de la subjetividad.
Participo de la idea de que la objetividad sobre el mundo sólo puede ser aproximada y elaborada intersubjetivamente, para lo cual se contempla y/o experimenta el proceso de elaboración de teorías, explicaciones específicas, el proceso de diálogo y contrastación interteórica, además de ciertas predisposiciones culturales e intelectuales a ejercer y desarrollar la razón con otros. Esto significa que la objetividad no depende sólo de uno o del que propone una teoría, una explicación, sino también de los otros, de su predisposición a discutirlas y aceptarlas, es decir, probarlas o criticarlas y desecharlas.
Otro criterio bastante común sobre la objetividad ha sido el de la neutralidad valorativa. En el análisis de la política aparece con más fuerza lo problemático de esta aspiración, ya que una de las características básicas de la política es que la definición de lo que es política está en juego o es resultado de la vida y lucha política ejercida en la configuración y ejercicio de las estructuras de poder político en una sociedad.
Todas las definiciones de la política son subjetivas, casi todas lo son en el sentido que son definiciones de la política en general y de hechos políticos particulares, realizadas desde un determinado punto de vista y posición en la sociedad y las tramas de poder.
A partir de esto, se podría decir que tal vez el modo de lograr mayor objetividad en el pensamiento de la política es a través de una reconstrucción de todas las subjetividades presentes en la sociedad que se quiere pensar y describir, es decir, la explicación más objetiva de la política sería la más intersubjetiva, aquella que presenta el mundo de la política con todas las definiciones y tipos de prácticas y cultura política que efectivamente hacen al tiempo en cuestión; pero no de manera aislada como resultado del mero momento analítico, sino en sus interacciones e interpenetraciones que las redefinen y hacen algo casi siempre compuesto, promiscuo.
Considero que la objetividad no consiste en dar cuenta de esencias y/o estructuras estáticas, sino del movimiento de las estructuras y de la vida social que al final nunca queda captada o explicada en el seno de ellas y los modelos que pretenden explicarla.
La objetividad en el análisis político implica dar cuenta de la compuesta intersubjetividad en movimiento. Ahora bien, reconstruir la intersubjetividad compuesta y plural es algo que no se puede hacer desde un punto arquimédico, que no comprometa la subjetividad o las subjetividades que pretenden realizarlo; son más bien una condición de posibilidad y de imposibilidad.
Son la posibilidad de pensar el mundo social y político porque hay intereses cognitivos y políticos que empiezan la investigación y análisis a partir de las subjetividades que ya tienen estructuradas.
A su vez. esta pluralidad de subjetividades, o de sujetos en la política, marca de principio la imposibilidad de un pensamiento objetivo, es decir, que corresponda a los hechos y los explique de la manera imparcial y asépticamente científica sin comprometer las subjetividades subyaeentes y explicitadas en los hechos históricos, ya que éstas forman parte central de los hechos políticos a explicar.
Esto implica que cualquier explicación política es hecha desde dentro, la objetividad no viene de fuera, sino de la amplitud del horizonte intersubjetivo interior que se ha articulado para tener un conjunto de ideas reflexivas y descriptivas de la vida política que siempre nos contiene, tratando de definirnos incluso cuando queremos tomar distancia para explicarla.
Toda explicación social y política es una explicación desde dentro del mundo u objeto que se quiere explicar o poner en teoría y análisis histórico. En este sentido, es casi siempre una explicación parcial, desde un lugar o conjunto de lugares que hemos podido articular y vivir como horizonte de reflexividad, ya que nadie contiene en sí mismo el mundo o su historia local y mundial.
Si se ve, así, toda explicación como un pensamiento parcial de una parcialidad, la pretensión de generalidad casi a priori del pensamiento científico es insostenible. El modelo nomológico-deductivo de cientificidad aplicado a rajatabla no nos produce objetividad, es decir, amplitud en la comprensión del mundo, sino reducción cognoscitiva, la ilusión de explicar las cosas a través de la deducción por medio de leyes generales cuando se renuncia a pensar la complejidad y la diferencia de cada hecho social a la vez que su regularidad.
Para dar cuenta de esto último, nos pueden ser útiles y pertinentes las llamadas leyes y modelos, siempre necesarios a mi parecer. El error o abandono cognitivo viene cuando creemos que en su aplicación y el recorte analítico que establecen se acaba el trabajo intelectual. A partir de eso, en torno a eso, antes y después, hay que pensar y reconstruir por lo menos escuetamente la complejidad y diferencia, no sólo como relato fenomenológico sino como figura, recorrido y comprensión intersubjetiva de la mente.
Cabe pensar, más bien, la elaboración de las ideas y teorías generales, y la de su consistencia y objetividad, como un proceso de universalización creciente, en el que las ideas teóricas elaboradas a partir de alguna o algunas historias particulares o hechos específicos, ganan generalidad y capacidad y horizonte explicativo, en la medida en que se las utiliza para empezar a pensar y explicar otras historias y sociedades, a través de la contrastación y diálogo con otras teorías y formas de pensar.
Durante un tiempo y hoy también, se ha atacado o criticado la idea de la neutralidad valorativa en las ciencias sociales, con la idea del compromiso intelectual y político y su necesaria toma de posiciones, por un lado, o con el reconocimiento de la relatividad de toda posición, por el otro lado. Considero que si bien se pueden pensar ambas cosas, el problema no queda bien resuelto ni planteado si no se transita algunos caminos para superar parcialmente o mitigar la parcialidad de todo pensamiento.
Bajo la crítica de la neutralidad valorativa, por ejemplo, se ha practicado un cerrado dogmatismo, cuando diversas teorías han sostenido ser más científicas que otras porque sí, básicamente porque autoproclaman contener una mejor explicación de la esencia, estructuras y forma de lo social. Unas teorías se proclamaban más objetivas que otras porque sostenían una pretcnsión de cientificidad y objetividad intrateórica, o monoteórica se podría decir, existente antes de la contrastación y diálogo interteórico. Cuando se practicaba la contrastación interteórica generalmente era un juicio externo sobre las otras teorías criticadas y así superadas, sin diálogo interteórico en el sentido fuerte. Era un monólogo teórico con pretensiones de cientificidad y objetividad que básicamente autoproclamaba la pretensión de verdad del propio discurso.
Para superar es(,o es que me parece importante considerar la introducción de la idea y la práctica del principio de intersubjetividad, como condición compuesta y plural del mundo que se estudia y pretende explicar, como proceso de elaboración del pensamiento y como proceso de contrastación, corrección, discusión, revisión, desarrollo y validación de las explicaciones.
Otro aspecto ligado a la problemática de la objetividad es el de la contrastación y validación de las explicaciones y teorías. Si éstas se contrastan con los hechos, tenemos nuevamente el monólogo, ya que los llamados hechos pensados y tomados como objetivos no discuten, no dicen nada. Además, ya fueron producidos bajo el molde y diseño de nuestros modelos explicativos y sus técnicas de recolección de datos e interpretación de fuentes. La objetividad monológica no se logra después de la contrastación, sino en la misma elaboración de los hechos incluidos en las explicaciones.
La otra alternativa es pensar la contrastación y validación dialógicamente, como diálogo abierto y conflictivo con las otras teorías y los hechos que con ellas se construyen, no sólo a partir de la suposición e interpretación que cada uno tiene de las otras teorías sino con sus propias voces y movimiento intelectual en ios momentos de encuentro y proceso dialógico.